martes, 17 de julio de 2007

Hotel Hacienda de Coyoacán

Tiempo ha que he querido hablar un poco sobre este concepto de las villas (Moteles como les dice el estimado ET), así que si se me permite me tomare un momento para reflexionar al respecto. El concepto es bueno, ideal si se quiere, para algunas cosas; por el mismo monto que un cuarto de hotel (o acaso poco más) uno tiene su propia cochera con puerta eléctrica, un pequeño loft en los altos, la fantasía de un techo compartido y una bonita forma de narrar la historia al paso de los años; ¿No me creen? Imaginense a si mism@s contando la anécdota 10 años después: “si lo recuerdo, mi primera vez fue en Villas de Coyoacan” y comparese con: “si lo recuerdo, mi primera vez fue en el Hotel Huipulco” ¿Verdad que suena diferente? Sin embargo, lo que mas me atrae de este concepto de las villas es el extraño fenómeno de los hombres que llegan solos en sus autos, si algún día tienen el tiempo o la dedicación, deténgase unos minutos frente a la entrada de uno de estos establecimientos y verán como entran en sus autos hombres solos, acaso vean un bulto de cabello escondido en el asiento del copiloto pero nada mas. Es un misterio.

Ahora bien, ¿Qué agrega la Hacienda de Coyoacán (División del Norte No. 3545) al concepto de villas?

Lo Niña Mala: En lo personal el estilo rustico en el diseño no me prende, pero a la Niña Mala le encanto, por lo que esta en está categoría, tres sillas de herrería, una barra y un mini componente en optimas condiciones en el que se puede poner la propia música (la Niña Mala se viene con “This years love” de David Gray http://www.youtube.com/watch?v=Eo-tp0JZvUA). Completan el cuarto jabones y shampoo (¿Cuál es el plural de shampoo?) con aroma a limón y un espejo de toda la pared, a la diestra o siniestra de la cama según se ralle el techo con lo tacones o se muerdan las almohadas. Los que laboran se muestran amables y atentos y los menos de 400 pesos que cuestan las seis horas son pagables por lo que se obtiene.

Lo Diablo Guardián: Aunque los trabajadores ayudan sustancialmente, el espejo y las seis horas son evidencia irrefutable de a lo que uno va, aquí no se juega a la pureza se va a coger y punto y si quieren otra cosa búsquense otro lugar; sin embargo estoy siendo exagerado porque pocas cosas malas tiene este lugar, pero la peor de esas cosas malas es el que los cuartos no están muy bien sono-amortiguados, en nuestra estancia, la sospechosamente ruidosa mugidora del cuarto de al lado nos entretuvo un rato, si esto es de su agrado omita este comentario en esta sección, pero si es como yo, que no le gusta oír a otros fingir lo que a uno (junto a su Niña Mala) le sale tan real, pues déjelo aquí.

Conclusión: Algo que lamento de esta reseña es que el menú enlista algo que se llama Juego Erótico, pero que desgraciadamente la Niña Mala y yo no tuvimos oportunidad de probar, sé que tenemos que regresar para probarlo, pero mientras tanto, ¿Alguien lo conoce?. Este es un buen lugar, un poco tirándole a lo caro pero con un precio aún pagable. Es recomendable para aquellas parejas que saben a lo que van, que no están jugando a la decencia y que tienen aparte de confianza, historia y desde luego ganas de follar.

1 comentario:

Miguel dijo...

Hotel, Motel, Villas. Son palabras vacías sin la pasión (y el encanto) de una pareja embuida por el deseo. Porque si vas con la persona equivodada ¿qué demonios significa "Hotel Hacienda Coyoacán". Absolutamente nada. Son palabras neutrales, suena a "Estética Unisex Cuicuilco".

Pero no es el caso de ustedes dos, mis queridos amigos. Porque ustedes, han construido un universo. Del que justo ahora quiero hablar.

A tí, niña, te acabo de conocer. Con aquella ilusión con la que un niño descubre una mariposa, con la calma de la luz sobre un charco de agua estos días de lluvia, recién el sábado me permitieron compartir su universo, ese que han creado, y que es solo suyo, y al que me permitieron asomar brevemente, fugazmente. El traslado ansioso a Mundo E, el sudor anticipatorio de lo prohibido, la espera cadenera, Babel y su espejo empañado de deseo, ska y vodka; la noche y el amanecer; sus risas, el proceso para aceptarnos y, casi en el mismo movimiento, divertirnos. Nuestras pláticas repetitivas, francas, las bromas que ya olvidamos, las mentiras, las caricias de ustedes dos, a lo lejos, que siempre son breves adornos que alegrarán un antro; las fotos cybershot que siempre serán fieles testigos de nuestra locura, los vasos de vodka, las canciones, las cervezas, las miradas, los besos y volver pero sin ustedes, ya borrachos todos, a un lugar seguro para por fin descansar (y quizás soñar al lado de mi mujer cosas prohibidas inoculadas por el diablo. Y hablar dormido, para colmo).

Todo se los agradezco, que llenaran mi mirada de cosas alegres, sencillas y complejas, que me vieran como parte de las cosas sencillas y alegres que llenan su mirada. Ahora que el destino se me cuartea como, inevitablemente, mi piel un día lo hará, ahora que, tristemente, me porto bien, y voy del trabajo a mi casa y de mi casa al trabajo, no desconocemos la presencia del deseo, les pido que vuelvan a bailar, los dos, esta misma noche, y sean hermosos, jovenes, y felices, que es justo como los recuerdo ahora.

Tú, niña, fuiste una sorpresa en la noche. Algo así como un recuerdo que se cumple. Siempre dispuesta a la risa y a los vasos de vodka, y a las canciones que el diablo guardian desconoce. Cuando te levantas a bailar caminas hacía la dicha, hacía un lugar mejor a donde no hay niños espiando desde otra mesa y en donde el diablo vigila, desde las alturas, tu visita al tocador de Babel (¿un diablo en las alturas? entiendo que esté en Babel, en Babilonia, pero ¿en las alturas? ¿que no debiera estar en las grutas tenebrosas, y profundas, del infierno?).

Diablo, espero que tu generosidad y tus abrazos permanezcan cerca, en las tardes que vienen, en los pasillos del I, en las oscuras esquinas, en el café compartido (prometo que ya no será de avellana, pero no le digas a B que no te gusta, no vayas a romper su corazón).
Sé que los anhelos que te ocupan
se cumplirán todos, que tras esa puerta de cada hotel-motel-villa, te esperan la pasión, el deseo, y el tiempo.

Ahora estoy en Periférico y Reforma, y las luces de los autos, amarillas y rojas, son sueños que se demoran o que nunca llegarán. Un día, no lo ignoramos, todo se irá a la chingada. Pero un día, si la vida se atreve, volveremos a encontrarnos.
Si justo ahora ustedes no estuvieran riendo en algún lugar, el polvo de los días que todo lo borra, habría pasado su mano por mis ojos.
Gracias.